Hay relaciones que muchos denominan como dañinas, tóxicas, esas relaciones que por alguna extraña razón te hacen permanecer ahí, y digo que es una extraña razón porque te hieren, te lastiman y el quedarte al lado de esa persona podría ser un acto de genuino masoquismo; sin embargo, cuanto “decides” alejarte el dolor es más fuerte y constante que cuando están juntos.
Cuando estamos con esa persona, podemos llegar a ser las personas más infelices de la tierra pero al estar lejos, el dolor es incalculablemente mayor, el sufrimiento persiste y se hace latente, tangible, irremediable.
¿Por qué nos aferramos a la utópica creencia de que puede cambiar? No existe una razón lógica por la que pensamos que estar con esa persona nos daña pero estar sin ella nos arranca el alma, ¿qué pasa entonces cuando la persona que nos hiere es la única que puede remediar el sufrimiento?
Así me siento contigo, no puedo definir si estoy mejor contigo o sin ti.
Como en toda relación tenemos días buenos, y me aferro a ellos, esos días me llenas de ilusiones, me elevas a la nube nueve, me inyectas una adrenalina que ni en caída libre a mil pies de altura podría experimentar, pero de repente, así de la nada me dejas caer del avión y sin paracaídas, no me das la oportunidad de planear, de tomar el viento a favor, siempre termino estampándome de bruces y sin meter las manos.
Pero produces en mí esa sensación masoquista y adictiva que me hace pegarme a tu espalda, me hace extrañar hasta tus defectos cuando me alejo. Lograste que me enamoré de tus demonios.
Tienes esa mirada que me desnuda el alma, y cuando desnudas mi cuerpo logras hacer que me funda en el tuyo. Eres peligrosamente adictivo.
No sé si duele más derramar sangre a tu lado o que el frío de tu ausencia me taladre los huesos. Ya lo dijo el gran Sabina; “prefiero una guerra contigo que un invierno sin ti”
Idea original: NayadethLillo
