Ahora que te has ido ya no tengo nada más que buscar, ahora que te perdiste igual que yo es momento de darnos este espacio tan merecido para intentar conocernos de nuevo; conocernos a nosotros mismos pues ocupamos tiempo en amarnos sin control, tanto tiempo en conocernos el uno al otro que olvidamos lo que en verdad somos… esa necesidad de adaptarnos, de ser perfectos para el otro. Hoy me toca llamarte amigo, me toca olvidar tu nombre y aceptar que ya no habrá un nosotros. Me cuenta, me duele y no hay más que hacer, tengo que reconocer que lo que fui por ti, que lo que has sido fue para mí.
Agradezco cada segundo de tu tiempo, cada segundo que me dedicaste; no habrá hombre como tú, no habrá persona que se comparé a ti y no la buscaré, aceptaré que yo te has ido, aceptaré que también he querido irme pues así es como debió ser porque perdimos todo lo que teníamos, perdimos la necesidad de saludar y la de despedirnos y hoy para romper esa costumbre traicionera me despido de ti.
Te digo adiós porque no quiero fallar a mi intento de cambio, te escribo esto para que si lo necesitas también recuerdes porqué es que nos fuimos, el dulce tiempo que pasábamos no lo estábamos aprovechando pues no empezamos a hacer daño, comenzamos a herirnos por debajo de la mesa, de manera sencilla y ligera nos apuñalábamos por la espalda. Disculpa cada cosa que hice, disculpa cada cosa que dije, no sabía que tenía esa clase de maldad. Quizás mañana no diré hola pero hoy sí aprovecho para decirte adiós.
No habrá un después, no habrá un “nos vemos” porque esto ya termino, termino desde hace mucho tiempo pero nos aferramos a lastimarnos sin sentido. No me recuerdes, no me olvides por completo y déjame en el pasado pues así lo haré yo contigo.