Por fin acepté que no eres lo que yo merezco

0
53176

Exponer mi sentir en esta ocasión, no me resulta tan fácil y sencillo como en otras ocasiones. Llegar hasta el punto de decir ¡ya no más! Y darme cuenta de la realidad, de que el amor no siempre es suficiente, no lo es. Tal vez, porque siempre fui de la idea de que como dice aquella frase ¨el amor todo lo puede, todo lo espera y todo lo soporta¨, pero en nuestro caso hubo tantos fallos que el amor se fue debilitando y sin darnos cuenta, un día se nos escapó de las manos.

Nuestro amor ya no soportó, aun cuando tenía en mente aquella creencia de que el amor es más fuerte que cualquier circunstancia, al menos para nosotros no fue suficiente. No fue suficiente todo lo que te entregué. Ni siquiera los latidos de mi corazón a mil por hora si tú estabas cerca de mí, aquellos suspiros tan pronunciados cuando tus brazos me rodeaban, o aquellos nervios de gracia si tus manos me tocaban. Mucho menos lo fue incluirte en mis planes y mis proyectos, el que estuvieses a diario en mis sueños, ni idealizar una vida a tu lado, no lo fue.

Y aun consiente de que poco a poco nos íbamos desgastando, continué anhelándote a mi lado. Hacer todas aquellas actividades que juntos realizábamos. Despertar y que fueras lo primero que yo viera. Salir de paseo tomada de tu mano. Enviarte o darte un beso antes de apagar la luz y recordarte a cada instante lo mucho que te amo. Sabía que echaría de menos incluso las peleas (aunque suene un poco tonto), porque contigo lo mejor de pelear eran aquellas reconciliaciones tan intensas. Pero luego en aquella perseverancia mía por continuar a tu lado, venía el recuerdo de los días malos. De aquellos besos fríos que últimamente nos dábamos. Del vacío de tu mirada, de tu mano que ya no me tomaba o de tu desinterés, que era más notorio al pasar cada mes.

 

 

Comenzaron a inquietarme aquellas preguntas de las cuales yo sabía perfectamente la respuesta, pero sabía que salidas de tu boca dolerían aún más. Sin embargo, no dejaban de torturarme. Y es que ya no podía entender más hacia donde nos dirigíamos. Que tan sería y formal era nuestra relación. Si aún continuabas visualizando un futuro conmigo, y si lo que sentías por mí, continuaba siendo ¨verdadero amor¨. Pero la cobardía me invadía, porque sabía perfectamente que al saber las respuestas no me quedaría más opción, debía huir de tu lado, sin importar más lo que sintiera mi corazón.

Sé que no hay relación que no tenga sus momentos buenos y malos, pero en la nuestra abundaban los primeros. Y hoy por fin después de tanta reflexión, he concluido que definitivamente lo que tuvimos no pudo ser del todo amor. Y es que el amor real es reciproco, nunca es egoísta, no quita, al contrario, siempre da y no pide nada a cambio. Simplemente se entrega, incluso consiente de que pueden causarle daño.

Ha pasado un tiempo. Un largo tiempo en que lo he dedicado a mí. Tiempo que he compartido con mi soledad y la cual me ha ayudado a crecer y a madurar. Tiempo en el que he podido conocerme más y me ha servido para valorarme, para saber lo que soy capaz de dar y como tal, lo que merezco. Indiscutiblemente ha sido casi imposible que tú no te quedaras atrás. Este proceso me ayudó bastante para lograrlo. Para sanar mis heridas y reconstruirme del pasado.

¡No fue fácil, pero lo logré! No fue fácil y confieso que toqué fondo. Llegué a sentirme perdida, desesperada, aún te anhelaba e inconscientemente esperaba que me buscaras, aun a pesar de ser yo quien tomó aquella decisión. Aquella decisión de poner fin al infierno que nos habíamos creado para los dos. Pero sentía miedo, terror de no volverte a ver, de que se llegaran esos días de sentirme en plena soledad y no tener a quien llamar.

Fue una lucha entre mi razón y el corazón, pero afortunadamente salió victoriosa la razón. El proceso fue muy duro y largo. Me tomó mucho tiempo ponerme de pie y sentir que estaba bien. Pero aquella fuerza de voluntad desgastada recobró vida y entonces decidí pensar en mí y en mi bienestar, en nadie más. Me llamaste ¨egoísta¨ por pensar en mí, pero ya era tiempo de hacerlo, ya había pensado lo suficiente en ti y ¿para qué? Si solo terminaste rompiéndome una y otra vez. El amor propio tenía que ganar esta vez, y así fue. Me puse una vez más de pie y continué.

 

 

Hoy puedo darme cuenta que el egoísta siempre fuiste tú y no yo. Yo pensaba en ambos, inclusive llegué a entregarte a ti lo que no entregaba ni a mí misma. Por eso es que pienso que en realidad esto no fue amor de verdad y es que ¿cómo puedo suponer que te amé si no me amaba ni a mí misma? No lo hacía porque entonces no hubiese permitido que me hirieras tanto, no me hubiese aferrado a continuar a tu lado, no a pesar de todo el daño.

Y después de creerlo imposible lo hice posible y me puse de pie. Llegué a ser lo suficientemente fuerte, me armé de valor y a ti renuncié. Ya no me importó estar en soledad, confieso incluso que se volvió la mejor consejera y compañera. Me liberé finalmente de tus cadenas y me sentí libre, libre como hace mucho no me sentía ni lo era. Y aunque por más absurdo que parezca te agradezco, si, ¡te agradezco lo vivido, lo compartido! Y ¿sabes por qué? Porque eso me enseñó a amarme y a descubrir la mujer grandiosa que soy y la gran capacidad que tengo en cuestiones del amor. Sé que siempre debí saber mi valor, pero te agradezco, porque tú me impulsaste a ser mucho mejor.

Espero que la vida te haya tratado bien, tal vez me leas, tal vez no. Saber nuevamente de ti, no es mi intención. Te quise y sinceramente no me arrepiento, no a pesar de las heridas que quererte me causó, porque con ello descubrí la mujer que llevo dentro, la mujer que se entrega de lleno y que no escatima nada de sí, inclusive si esa persona no es para mí.

Y cuando dejé de amarte comencé a amarme y por fin acepté que ¡no eres lo que yo merezco!

Autor: Stepha Salcas