En una de mis cavilaciones llegue a pensar en la metáfora de volar, en la de convertirme en un espíritu que pueda reencarnar en algún ave o mariposa para poder escapar del invierno, para poder buscar siempre la primavera, pero no es como uno quiere, la reencarnación ni siquiera esta en mi manera de pensar aunque no pueda negar la belleza de tal creencia. Un día alguien me lo dijo y me pareció algo tan sin sentido, algo tan superficial y hasta un poco tonto; pero no entendía el trasfondo de esas palabras, al miseria profunda, el miedo a la vida, la necedad a esta realidad, no entendía que lo único que quería era dejar de existir.
Que horrible es la depresión y me pienso; me comparo con esa persona para darme cuenta que yo no tengo nada, que el dolor verdadera puede estar en muchas formas pero ninguna como la suya. La tierna edad que yo tenía no me fue útil, no me una herramienta la inocencia par poder decirte que todo estaría bien.
No sé si estas por ahí, no sé ni siquiera si sigas con vida y me desalienta no encontrar tu nombre en ningún lado, pero si ya no estas aquí en cuerpo puedo imaginarte en cada mariposa que veo volar a mi lado, hay veces incluso en las que me siguen revoloteando y recuerdo la manera en la que fuimos cómplices jugando con los días que nos daba la vida y tú siempre brincando a mi lado.
Un laberinto incansable ha sido parte de mi vida, primero al conocerte, después al no saber que hacer con esa nueva versión oscura de ti y después al verte desaparecer… al no saber ya nada de ti. Has sido un gran misterio, he tenido que aprender mucho para entender y aún a estas alturas hay veces que en el flashback del recuerdo por fin comprendo lo que querías decir y me sorprende la profundidad de tus palabras que en aquel entonces para mí sólo eran descabelladas. Que dolor, que tristeza aunque deba admitir que hoy todas cavilaciones son mi inspiración.