Estoy enamorada y lo sabes, lo sabes porque compartimos esa descarga eléctrica en el cuerpo cuando nos miramos, lo sabes porque no dudo en decirlo y demostrarlo. Amo esa luz en tus ojos cuando me miras, amo como mi piel se pone chinita cuando rozas mis brazos con la yema de tus dedos.
Y entonces… esa tarde lluviosa que pensábamos había destrozado nuestros planes, resultó que nos dio la mejor de las experiencias que hayamos experimentado jamás…
De repente me miraste, me diste esa media sonrisa torcida que me encanta, con mi cuerpo emocionado y mi interior alborotado, te devolví el gesto, ambos sabíamos lo que iba a suceder, te acercaste a mí, me abrazaste y comenzaste a llenarme de besos y caricias, el corazón se detenía y luego volvía a latir desesperado.
Tomaste mi cara con tus manos y me dijiste que no tuviera miedo. – Miedo era lo menos que sentía en ese momento, desde que lo conocí, sus ojos, sus manos, su manera de tocarme me habían refugiado en su cuerpo, pues confiaba en él ciegamente, y en esa ocasión no fue la excepción-.
No sabía hasta cuando estaríamos caminando juntos, pero sí estaba segura que ese momento mágico iba a quedarse guardado en mi recuerdo para siempre, es como si esa noche, me hubiera tatuado por dentro cada beso que me dio, como si mi cuerpo haya registrado cada caricia de sus dedos, como si hubiera una estampilla de su cuerpo que se adhirió al mío.
No había nada que quisiera más que sentirme suya, saberme de él, y así fue, cada poro de mi cuerpo era una descarga eléctrica por su tacto, cada parte de mi deseaba que ese momento fuera eterno, quería que me encarcelara entre sus brazos una vida entera.
Desperté cuando los primeros rayos de sol chocaron con mi cara, él estaba dormido, tranquilo, rozando mi piel con su cuerpo desnudo, me quedé un rato mirándolo, el despertar a su lado es lo mejor que me había pasado en años, respirar su aliento, sentir si cuerpo cansado tumbado encima del mío.
No pude resistirme y dibujé tus labios con las yemas de mis dedos, tu cuerpo reaccionó al instante y me apretaste más fuerte a tu cuerpo, me regalaste ese gesto torcido que me enloquece y me besaste despacito.
Esa primera noche juntos prometimos que el vivieron felices para siempre si existe y que caminaríamos de la mano hasta que envejeciéramos. Lo que sentía por él no tenía lógica, no tenía principio y era imposible encontrar el final. Resulta hasta ridículo como cada célula de mi ser reaccionaba con tan solo oír su nombre.
Sus brazos fueron mi refugio por muchos años, hasta que el destino nos jugó una mala pasada y el amor eterno que nos juramos se disolvió en miles y miles de kilómetros de distancia. Tuvimos que alejarnos, me dejó un mar de recuerdos, cada uno con una sonrisa diferente.
Quizá no vuelva a amar a alguien como lo amé a él, tal vez mi cuerpo no vuelva a reaccionar como lo hacía cuando me tocaban sus manos, pero lo cierto es que cada que desenvuelvo uno de los tantos recuerdos que atesoro en mi memoria, cada célula reacciona, pero ningún recuerdo es más bello y más fuerte que el de esa primera noche que pasé en sus brazos.
Idea Original: Liz Barojas