No me haré daño… no más del que me hiciste tú

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Hoy tomé una inalterable determinación. Aunque sé que me dolerá, me duele mucho más vivir encerrada en una prisión de amargura y resentimiento. Me duele mucho más seguir aguantando el poco respeto que sientes por mí. Me destruye tener que seguir conviviendo con el asesino de mi dignidad. Es por eso que hoy he decidido decir adiós, y recuperar por lo menos una parte mí, lo que no me has arrebatado con tus constantes engaños.

Has silencio, por favor. Tuviste muchas oportunidades para hablar, para enmendar tus errores y demostrarme si de verdad estabas arrepentido. Todas las tiraste a la basura. Ahora es demasiado tarde, ya no quiero escucharte. No creo ni una más de tus mentiras. Por lo tanto, en este momento solo necesito que escuches con atención todo lo que tengo que decirte.

Desde que te conocí, como mujer me gustaron tus halagos, la ternura y atención que me demostrabas cada vez que estábamos juntos. Pero lo que sentía por ti nunca me encegueció. No esperaba perfección de tu parte. Sin embargo, con el transcurrir del tiempo me di cuenta de que realmente me amabas y que, como yo, estabas decidido a esforzarte día a día para que nuestra unión funcionara. Percibí que querías lo mismo que yo, si bien no convertirla en una relación perfecta, por lo menos sí en una basada y cimentada en el respeto, la confianza, la comunicación, y sobre todo en la lealtad. Una lealtad que voluntariamente, me prometiste el día de nuestra boda, y que en este momento quedó encerrada en el baúl de la traición.

No te atrevas a decirme que me amas o que me necesitas. Tú desconociste lo que el amar a alguien significa cuando decidiste entregarle a otra mujer. Regalaste lo que hasta ayer creí que era mío: tus miradas, tus palabras, tus manos, tus caricias, tus besos, tu piel y tu cuerpo. Me has asegurado que eso no significó nada para ti, pues fue algo solamente físico, pero no sé si eso debería hacerme sentir mejor. Entiende que, en ese momento, me perdiste para siempre. Entiende que todo el respeto, la confianza, y todo el amor que sentía por ti fueron fragmentados en miles de pedazos irrecuperables.

Lo peor de todo no fue el acto en sí mismo. Me terminaste de perder debido a tu gran cobardía, al no enfrentarme con la verdad. Es por eso que me voy para siempre de tu lado, porque no me haré más daño dejándote, del que me hiciste tú traicionándome.