Nunca pensé que esta dolorosa enfermedad me iba a hacer sentir tan feliz y tan amada. Hace tanto tiempo que no recibía estas visitas; recuerdo la casa llena de vida cuando ustedes venían, la navidad era la mejor época del año, todos venían y celebrábamos en familia. La alegría albergaba mi vida cada vez que los veía y me sentía plena y totalmente satisfecha.
Con el pasar del tiempo, ustedes se fueron alejando cada vez más y más. Sus razones, aunque validas, me llenan de tristeza y mucho dolor. Entiendo las prioridades que ahora acogen sus vidas; el trabajo, amistades y por supuesto sus familias son la primacía. Pero olvidaron que yo también pertenezco a sus familias.
Primero las visitas fueron disminuyendo y ya no les veía en vacaciones, tampoco en los tan anhelados cumpleaños, mucho menos en los días festivos. Pero me quedaban las llamadas, aunque incluso estas también fueron mermando. Primero una vez por semana, después pasaban meses sin saber de ustedes. Me encontraba abandonada, sola con los recuerdos de aquellos momentos felices, llenos de compañía y muchas sonrisas. Aún recuerdo con mucha emoción nuestra última navidad juntos, los niños correteaban por los pasillos y siempre riendo a carcajadas. La casa se sentía pequeña, no había espacios vacíos.
No lamento la enfermedad que invade mi cuerpo, a pesar del oscuro dolor físico y los malestares, ya que los tengo a mi lado de nuevo. Tal vez suene egoísta, dirán que no pienso en su dolor al verme tan mal. Tal vez sufro de un ataque de locura por sentir que prefiero este mal a cambio de ver de nuevo a mi familia junto a mí.
Me preguntan ¿porque me hace feliz? Pues es ahora que tengo su atención. La presencia de una familia llenando el vacío de una mujer que todavía tiene tanto por entregar. Eso marca toda la diferencia. La soledad que siente el corazón, es más agonizante que cualquier dolor de la carne. El vacío de no tener los seres queridos sobrepasa cualquier dolor físico que pueda provocar una enfermedad. Y eso me llena de felicidad durante estos últimos años de vida. Tenerlos junto a mí, y no solo en recuerdos, sino, en presencia.
Estoy consciente de lo que siento y lo que pienso. Ruego a Dios que nunca sientan la necesidad de obtener un beneficio secundario como este. En mi caso cambie la enfermedad por tener a mi familia cerca de mí una vez más.
Beatrix