Nuestra relación siempre tuvo latidos fuertes del corazón.
Comenzó siendo nada. Nos conocimos en el parque y eras tan solo otro chico más, vestido de negro con tu chaqueta azul. Chico atractivo, chica común y corriente. Nada iba a ocurrir. Fue por eso que se aceleró mi corazón cuando estuve cerca de ti por primera vez, cuando te atreviste a posar tus brazos en mi cuello. Todavía recuerdo esos nervios, literalmente mi corazón se salía de lugar. ¿Cómo era posible que alguien como tu se fijara en una chica como yo?
Con el tiempo, supe que te habías dado cuenta de mi nerviosismo ese primer día, y por eso fuiste aún más despacio para darme tiempo de sentirme más cómoda junto a ti. Pensabas en mi, te dabas el tiempo necesario para hacerme sentir bien.
No podía creerlo la noche en que me besaste, ni en la noche que me pediste que fuéramos algo más. Fueron momentos marcados por el latido de mi corazón, que luchaba para salirse de mi pecho como si quisiera escapar de la prisión de mi cuerpo y besarte también.
Pero si era así, si mi corazón quería salir de mi cuerpo para estar contigo, me pregunto por qué se volvió demente la noche la que todo acabó. Igual que el primer día, se quería salir de su lugar, brotando de mi pecho en cada latido, haciéndose presente en cada segundo.
Cuando todo acabó, no solo salían de mis labios palabras y sollozos. Sentía también el corazón en la garganta, penetrante y agudo como una espada. Han pasado semanas y todavía me pregunto qué hacía allí. ¿Acaso quería salir para hablarte y pedirte que lo reconsideraras?
Sea como sea, luego de ese día no volví a sentirlo. Se apagó, se fue. Se convirtió en otra llama extinta. Mi corazón se convirtió en una sombra que no ha vuelto a hacer aparición desde ti. No se mueve ni siquiera reviviendo nuestros momentos, ni siquiera mirando tus fotos, ni siquiera sentada en el parque donde te conocí, o de pie frente a la puerta de tu casa cuando mis pasos errantes me llevan hasta allí sin darme cuenta.
Y ahora estoy aquí, al pie de tu escalera. Pidiéndole a mi corazón que despierte, que vuelva a intentar salirse de mi pecho. Porque si mi corazón sigue sin latir, sería como dejar de vivir yo misma, como debatirme entre la vida y la muerte hasta la eternidad mientras decides volver.