He vuelto, en el tiempo, en mi negación. He vuelto a todos los lugares que hemos visitado desde que te conocí, cuando eramos realmente felices. Porque fue el comienzo, fue solo en el inicio cuando no hubo ningún problema alterando nuestra honda paz.
He vuelto a aquel lugar en el que te vi por primera vez, en el que todavía no era partícipe de mis sentimientos por ti, en el cual los nervios se adueñaron de nosotros, volviéndonos completamente torpes… Pero felices.
He vuelto a aquella calle en la que hablábamos de todo y de nada a la vez. La casa en la que nos quejábamos del calor mientras pensábamos a que lugar iríamos la próxima vez. Es tan curioso cómo nos queríamos volver a ver justo después de separarnos…
He vuelto a aquella playa a la que por primera vez fuimos juntos, donde las olas nos revolcaban pero nunca soltabas mi mano. Y quería que así fuera siempre. Que nunca me soltaras, que nunca me dejaras.
He vuelto a aquel cine en el que compartimos nuestra primera película juntos. Cuando, en vez de mirar la película, me mirabas a mí. Era para ti la mejor trama del momento. ¿Lo era, verdad? Así me lo demostrabas cuando en la oscuridad buscabas mi mano.
He vuelto a aquel café en el que compartimos nuestras primeras inseguridades con el mundo, aquellas que callábamos y no le decíamos a nadie. ¿Qué nos impulso a soltarlas así como si nada? Creo que se debió a que poco a poco, nos queríamos más.
He vuelto a todos esos lugares, a todos esos momentos tratando de encontrarte, así sea en mi recuerdo o en una foto. Así sea cuando te sueño o fantaseo con verte cruzar en una esquina de la calle. He vuelto tantas veces a nosotros, a lo que éramos y dejamos de ser. Y he vuelto a entristecerme, al darme cuenta de que tu nunca volverás… no volverás a mi.