Parece que ya nadie ama de esa manera. De la manera que describen los poetas, de la manera en la que se desarrollan las historias de amor. ¿Por qué? ¿Será ese amor poético parte de un pasado oculto, parte de un escenario que ya se extinguió?
Lo cierto es que el amor se puede interpretar de diferentes formas, y no es que exista una mejor que la otra sino que son varios tipos. El amor irracional es uno de ellos. Ese amor plagado de frases como “no puedo vivir sin ti” o “te necesito”. Ese amor que impulsa, que arrastra a hacer lo que sea por estar a su lado.
Es un amor sentido, un amor de alta carga romántica. Un amor del que puedes vivir e ilusionarte fácilmente. Pero no es necesariamente el mejor de los amores. El hecho de que no sientas que te aman irracionalmente no significa que no te aman. De hecho, podrías estar en frente de un amor verdadero, del amor más grande y duradero de tu vida, y no darte cuenta por estar esperando a un caballero salido de un libro de Jane Austen.
Por eso, vale la pregunta, ¿cuándo deja de ser amor y pasa a ser dependencia?
La respuesta, cuando deja de existir un límite entre quien soy yo y quien es él. Cuando ambos estamos, o yo necesito estar, tan cerca el uno del otro que ya no distingo lo que quiero, mis propias metas y mi propio valor.
En una relación de dependencia, constantemente necesito mi droga. Y como todas las relaciones cambian con el tiempo, cuando el romance inicial se convierte en cualquier otra cosa, buena o mala, la aceptaré de igual manera. Porque lo necesito. Porque irracionalmente no puedo vivir sin él.
En conclusión, aunque el enamoramiento y el romance son la clave para una bonita relación, aunque no deben faltar en ninguna etapa del mismo, es bueno analizar, es bueno pensar. El amor irracional, alocado y poético no es siempre el más sano, aunque los medios de comunicación parezcan darlo a entender. No quisiera yo estar atrapada en una relación en la que necesito de él a expensas de mi propia dignidad y de mi propio sentido de la identidad.