Ya veo nuestras fotos y no me causa ningún pesar

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Hoy estaba algo aburrida, había terminado de hacer mis quehaceres, esos tan tediosos, y en medio de mi aburrimiento me había acostado en mi cama en una de esas posiciones raras pero muy cómodas. En mi cuarto reinaba el silencio, pero no de esos incómodos, sino esos que desatan la imaginación con un montón de escenarios, con cosas que nunca harías o simplemente tu alma desea. Pero el divagar no mitigaba del todo mi interminable aburrimiento, solo lo alejaba un poco. Entre esas divagaciones, se me ocurrió revisar mi galería de imágenes, en las que abundan las memorias, esas que persisten en mi mente y esas que olvidé. Otras que tan solo me esforcé en olvidar, así como tú.

Puedo decir que me sorprendí cuando encontré un cantidad inimaginable de fotos de ti, de nosotros riendo, haciendo muecas o siendo felices. Sé que fuimos felices, aunque sea unos instantes. Más allá de vernos tan felices, pude notar el brillo en mis ojos estando a tu lado, también el momento exacto en el que desapareció.

Por lo general ver esas fotos desataban dolor, un dolor más grande que mi cuerpo, más grande que mi alma, que arrasaba con cada célula de mi ser, que me ahogaba silenciosamente. Cada foto iba acompañada de un montón de recuerdos nítidos que me empapaban el alma y me mostraban lo mucho que te ame y lo mucho que no lo valoraste, lo tanto que lograste ultrajar mi ser, mis sentimientos.

No sabes cómo se me quebraba el alma con cada foto y cada desenlace detrás de ella. Era como si mil agujas se clavaran en mi corazón dando paso a un montón de dudas en mi cabeza, formando mi propio verdugo mental, el cuál era también el verdugo de mis sentimientos. Mientras me destruían por dentro esas simples pero detonantes imágenes, tu ignorabas todo aquello.

Por eso mismo deje de revisar mi galería, de martirizarme, de apuñalarme. En todo ese proceso, había olvidado la existencia de esas fotos, no sabes cuánto me sorprendí al verlas otra vez, pero lo que me sorprendió más fue que ya no me hacían sentir nada. Esta vez me sentí tan ligera, tan normal y tan libre de aquellos malos sentimientos. Me alegró saber que al fin lo había logrado. Ya no me dueles. Ya no te idealizo. Verte en fotos ya no hace que una parte de mi muera.

Qué bien se siente estar finalmente liberada de tus recuerdos, del dolor que me causaste, saboreando mi libertad mental, aquella paz que había buscado tanto y sonreí victoriosa por lograr.

Autora: Romina Atencio